Un affaire fatal
Antes del #metoo, las mujeres pensaban que el acoso sexual era una de esas penosas historias que solo les había ocurrido a ellas: espantosa, perturbadora, mejor olvidarla. Las organizaciones también pensaban que solo había algún caso de forma excepcional: desagradable, complicado, difícil de abordar, no quieras saberlo.
Después del #metoo, las organizaciones y las mujeres tuvieron que comprender que el acoso sexual es endémico. Sucede todo el tiempo, a cualquiera y es especialmente sistémico en culturas de dominación masculina, hipercompetitivas y que son indulgentes con las malas conductas. En pocas palabras, culturas corporativas caracterizadas por el miedo y en las que los problemas de ética se esconden bajo la alfombra del silencio organizativo. ¡Justamente ese tipo de cultura que una buena gestión ética y de cumplimiento quiere evitar a toda costa!
Y aquí, mi teoría: las empresas que tienen un sistema que trata de forma efectiva el acoso sexual también mejorarán significativamente su cultura de integridad. Por este motivo, los responsables de cumplimiento deben sacar el tema de la zona tabú y tratarlo de forma proactiva.
Permítanme que explique por qué:
Si las empresas quieren crear una sólida cultura de integridad en la que hablar de los retos de la ética sea seguro y merezca la pena, tienen que cuidar la justicia organizativa. Solo si tengo la percepción de que mi empresa trata con justicia a mis compañeros de trabajo, me sentiré psicológicamente seguro para hablar de temas delicados. El acoso sexual es una conducta extremadamente injusta que deja a las mujeres en desventaja y las priva de un ambiente de trabajo en igualdad.
Una empresa que tolera el acoso sexual o que no lo aborda con decisión, pone en peligro la percepción de equidad y justicia organizativa, haciendo que los problemas de ética queden en la sombra. Si una empresa no se ocupa de proteger a sus empleados de ser acosados sexualmente, todas las declaraciones sobre ética y cumplimiento pierden su credibilidad.
¿Cómo se articula un enfoque holístico de prevención?
El acoso sexual es un problema del lugar de trabajo que está ampliamente extendido y es persistente. Está profundamente arraigado en las estructuras de poder de las organizaciones. Sin embargo, las intervenciones de las organizaciones suelen ser dispares y descoordinadas y tratan el problema como casos a nivel individual. Este enfoque no es efectivo, porque si un problema es sistémico, se debe resolver de una forma sistémica y global. De hecho, al igual que en cualquier buena gestión ética y de cumplimiento, hace falta un sistema de gestión si se quiere tener impacto.
Sorprendentemente, los elementos necesarios para diseñar un programa eficaz de prevención del acoso sexual son notablemente similares y altamente compatibles con los de los grandes programas de ética y cumplimiento.
Una de las voces más importantes sobre discriminación en el lugar de trabajo, la profesora Paula McDonald, ofrece un plan para este marco de prevención en tres niveles:
Estrategias de prevención primaria
tienen como objetivo evitar el acoso sexual: eliminar las causas, prevenir los factores de riesgo y potenciar los factores de protección. Las herramientas principales para implementar estas estrategias de prevención son las políticas y la formación. La base fundamental de todas las estrategias de prevención primaria es la creación de una cultura de diálogo informal que permita abordar de forma precoz la conducta inapropiada e irrespetuosa.
Procesos de respuesta inmediata
normalmente se refieren a procedimientos de denuncia. Es un reto crear estructuras de denuncia para casos de acoso sexual que tanto hombres como mujeres de una organización consideren dignas de confianza. La mujeres que denuncian acoso sexual experimentan muy a menudo hostilidad y reacciones en su contra (protegiendo a la organización y no a la víctima) y falta de confidencialidad y objetividad. Tienen miedo de que hablar perjudique su carrera y no haya consecuencias para el acosador. Además, nos encontramos ante un reto con pruebas de baja calidad (la típica situación de «ella dijo, él dijo»). En consecuencia, las empresas necesitan adaptar sus sistemas de denuncia a estos retos especiales.
Intervenciones a largo plazo
El elemento final de este marco global está ausente a menudo en otros enfoques que se detienen tras la resolución de un caso. En este enfoque centrado en la víctima, es crucial minimizar el impacto para la víctima, por ejemplo, apoyando el restablecimiento de su salud y su seguridad y evitando más agresiones y represalias (como peores evaluaciones de su rendimiento o posibilidades de promoción). La prevención de represalias puede precisar de un seguimiento proactivo y a largo plazo, tanto del denunciante, como del sujeto.
La vigilancia constante de los factores de riesgo forma parte de estas intervenciones a largo plazo que deben convertir el sistema global de prevención en un proceso de aprendizaje y desarrollo organizativo general.
Al igual que todos los programas de buenas prácticas de ética y cumplimiento, este marco tiene como objetivo una prevención sostenible, proactiva y a largo plazo que quiere contribuir al más amplio contexto de la justicia organizativa y a la creación de una cultura de trabajo cooperativa en la que todos progresen. Dado que el acoso sexual es un asunto tan complejo y delicado, yo lo considero la piedra angular de la gestión ética. ¡Si usted consigue abordar bien este tema, será mucho más fácil hacer bien el resto!